Es una pendiente resbaladiza hacia un estado policial cuando nuestros tribunales sancionan la mala conducta policial con la esperanza de captar actividades delictivas y atribuirlas al "bien mayor".
Nuestros tribunales han sostenido durante mucho tiempo que cuando las pruebas se obtienen por mala conducta policial deben ser excluidas en los juicios penales. La decisión del Tribunal Supremo en Utah contra Strieff El Tribunal sostuvo que cuando un agente realiza una detención ilegal que conduce al descubrimiento de una orden de detención pendiente y la persona es detenida y registrada sobre la base de la orden de detención pendiente, las pruebas obtenidas de la persona durante el registro son admisibles a pesar de la naturaleza ilegal de la detención inicial. La sentencia del Tribunal se basa en el principio jurídico de que si la conducta ilegal de un agente se aleja lo suficiente del descubrimiento de las pruebas obtenidas, la mancha del registro ilegal se ha disipado y las pruebas pueden admitirse.
Este caso ha redefinido por sí solo lo que significa que la ilegalidad se haya eliminado o alejado lo suficiente del acto ilegal como para eximir a las fuerzas del orden de cualquier responsabilidad por su conducta ilegal.
En otras palabras, el Tribunal Supremo ha sostenido que un agente puede acercarse a una persona, ocupándose de sus propios asuntos, no bajo sospecha de haber cometido ningún delito, interrogarla y si ese interrogatorio conduce al descubrimiento de un delito o de una orden judicial, no importa, cualquier prueba obtenida como resultado de este registro, podría ser presentada como prueba.
La poderosa disidencia de la jueza Sotomayor llega al núcleo del problema de esta decisión:
"No debemos pretender que las innumerables personas que son blanco rutinario de la policía son "aisladas". Son los canarios en la mina de carbón cuyas muertes, civiles y literales, nos advierten de que nadie puede respirar en esta atmósfera". Véase L. Guinier & G. Torres, The Miner's Canary 274-283 (2002). Son ellos quienes reconocen que las identificaciones policiales ilegales corroen todas nuestras libertades civiles y amenazan todas nuestras vidas. Hasta que sus voces también importen, nuestro sistema judicial seguirá siendo cualquier cosa menos eso".